El bebé, antes de nacer, se encuentra en el ambiente totalmente controlado del vientre materno. Ahora bien, tras el nacimiento, este queda expuesto a un nuevo entorno al que debe adaptarse. Por ejemplo, deberá aprender a reconocer elementos extraños, que puedan ser peligrosos y defenderse, si es el caso; pero, ¿está preparado? En las primeras etapas de vida, estructuras y elementos que forman nuestro sistema defensivo -el sistema inmunitario– deben madurar y adquirir una capacidad de respuesta óptima.
Sistema inmunitario del bebé
Un patógeno, no puede adentrarse e infectar un individuo sin antes atravesar toda una serie de barreras externas como la piel o las mucosas cubiertas de moco protector. Sin embargo, si el patógeno consigue superar estas barreras, el sistema inmunitario pondrá en marcha toda una serie de mecanismos de defensa para destruirlo. Algunos de éstos son inmediatos e inespecíficos (respuesta innata) y otros se instauran más lentamente, aunque de forma más específica (respuesta adaptativa). En este último tipo de mecanismos participan las inmunoglobulinas, comúnmente llamados anticuerpos, elementos clave que permiten el bloqueo y la eliminación del elemento extraño.
Se podría decir que los niños no disponen de un sistema defensivo maduro y con una capacidad de respuesta óptima hasta pasados varios años de vida, y aunque es difícil de establecer, se estima que hasta pasados los 5 años no es capaz de funcionar como el de un adulto. Lo mismo sucede con la capa de microorganismos que recubren las superficies que hacen de barrera, llamada microbiota, y que, entre otras acciones saludables, participa también en la capacidad defensiva frente a patógenos.
Microbiota del bebé
Así, el recién nacido que está desarrollando tanto su sistema inmunitario como su microbiota, recibe el apoyo incondicional materno a través de todo el conjunto de elementos defensivos presentes en la leche materna. Estos componentes son críticos para defender al niño de los agresores externos, mientras éste desarrolla su propia capacidad defensiva. La leche materna aporta entre otros, células defensivas, anticuerpos, incluso bacterias que pasarán a formar parte de la microbiota del niño.
Tras la lactancia, la alimentación del niño sigue siendo clave para garantizar una buena capacidad defensiva. El sistema inmunitario requiere materias primas (vitaminas, minerales, grasas, proteínas, fibra, etc.) para su funcionamiento, y estas deben llegar a través de la dieta habitual. Por esta razón, la dieta es clave para favorecer el desarrollo del sistema inmunitario y mantener su capacidad defensiva óptima.
Probióticos para bebés
Entre los componentes que pueden modificar la respuesta inmunitaria, tanto del adulto como del niño, se encuentran los probióticos. Los probióticos son microorganismos, principalmente bacterias, que tras su ingesta -ya sea en algunos alimentos como el yogur o en forma de suplementos- pueden ejercer funciones saludables, y entre ellas, algunos probióticos mejoran la función inmunitaria. Es clave tener en cuenta que cada tipo concreto de bacteria probiótica, conocido como cepa, es diferente, y realiza funciones muy específicas que no se pueden generalizar para todos los probióticos. La mayoría pertenecen a los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium.
Algunas cepas probióticas han demostrado su capacidad para fortalecer la función defensiva del niño. Estas cepas probióticas actúan principalmente mejorando la función de barrera (evitando así la entrada de agentes patógenos al interior del individuo), o modificando la composición microbiana (y por tanto sus funciones beneficiosas), o mejorando la capacidad defensiva del sistema inmunitario.
Las funciones positivas de una cepa probiótica deben ser avaladas por investigaciones científicas que así lo demuestren. De esta manera, pueden encontrarse en el mercado suplementos nutricionales para situaciones específicas, es decir, productos farmacéuticos que contienen cepas que han mostrado su función en la mejora de alguna de las barreras defensivas.
En este sentido, y a nivel gastrointestinal (donde se alberga la mayor parte de nuestra microbiota y células inmunitarias) algunas bacterias probióticas son capaces de reforzar la barrera de moco que recubre el intestino y que actúa atrapando a los patógenos y arrastrándolos al exterior o bloquean a los patógenes de forma directa evitando su infección (p.e. algunas cepas como Bifidobacterium bifidum Rosell®-71 o Bifidobacterium infantis Rosell®-33). Otros probióticos (p.e. algunas cepas como Lactobacillus helveticus Rosell®-52 o Lactobacillus fermentum) han demostrado ser capaces de mejorar la producción de elementos defensivos o de elementos de respuesta inmunitaria como anticuerpos. Incluso, existen evidencias de cómo los probióticos pueden ser útiles para el tratamiento de la diarrea aguda en niños (p.e. Lactobacillus rhamnosus GG).
En resumen, el sistema inmunitario de los niños requiere de una buena alimentación para su correcto desarrollo. La leche materna cumple esta función durante la lactancia, aportando todo tipo de nutrientes, elementos defensivos e incluso bacterias con acción probiótica. Tras la lactancia, el aporte de probióticos puede ser una estrategia útil para promover el proceso natural de maduración inmunitaria del niño.
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Profesor titular del Departamento de Bioquímica y Fisiología de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la AlimentaciónInvestigador del Instituto de Investigación en Nutrición y Seguridad Alimentaria (INSA) Universidad de Barcelona
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2 respuestas
Hola. Niño de 32 meses. Desde siempre con muchos gases y dolores intestinales. En estudio posible alergia no mediada a huevo y/o leches. Brotes de dermatitis atópica en cuello y manos.
¿Me recomiendan algún probiótico?
Gracias.
Le recomendamos que siga las indicaciones y tratamiento que le haya dado su pediatra. El uso de probióticos en niños es seguro y se deberá elegir la cepa adecuada para cada caso. Su pediatria será la persona que mejor le pueda aconsejar.