Existen numerosas cepas probióticas. Te mostramos cuáles son los probióticos para mujer y sus beneficios para la salud femenina.
A medida que vamos conociendo cada vez mejor qué es y qué funciones tiene el microbioma en las diferentes áreas de nuestro organismo, también los probióticos van adquiriendo mayor importancia. Pero, empecemos por el principio: ¿Qué es el microbioma?
El microbioma humano
Nuestro cuerpo está habitado por billones de intrincadas comunidades microbianas (el llamado microbioma) en relación simbiótica con nosotros. Esta relación de reciprocidad se basa en que el huésped (el humano) le aporta a la microbiota nutrientes, humedad y protección mientras que la microbiota nos aporta factores antiinflamatorios y antimicrobianos, es decir, nos protege de otras infecciones.
La microbiota está presente en muchas áreas de nuestro cuerpo: en la cavidad oral, el intestino, la piel y la vagina. Si bien se le ha prestado mucha atención a la flora intestinal, el aumento del interés que está adquiriendo la salud femenina recientemente nos está ayudando a desenmarañar el papel de la microbiota vaginal en nuestra salud.
La microbiota vaginal y los lactobacillus
Para que te hagas una idea, la vagina es un inmenso ecosistema que contiene más de 100 billones de microorganismos diversos que habitan de manera natural nuestros genitales y nos protegen de muchas infecciones. Entre estos microorganismos hay un tipo de bacterias protagonistas: los lactobacillus.
Los lactobacillus son una especie de bacteria en forma de vara que constituyen los microbios predominantes en la microbiota vaginal en poblaciones que ocupan más del 70% de ésta. Estas bacterias conviven con otras menos prevalentes, como la Peptoestreptococcus, Prevotella, Bacteroides, Entereobacterias, entre muchas otras que guardan también una íntima conexión con la flora intestinal.
Se han descrito más de 120 especies de Lactobacillus distintas llegándose a definir cinco clústeres o tipos de comunidades de bacterias de la microbiota vaginal, llamadas estados comunitarios (CST, del inglés “community state type”). Estas distintas comunidades se clasifican en función de la especie de Lactobacillus predominante, siendo las más frecuentes las formadas por:
- L. crispatus (tipo I),
- L. gasseri (tipo II),
- L. iners (tipo III), y
- L. jensenii (tipo V).
La tipo IV, sin embargo, está formada por una variedad de bacterias comensales como Gardnerella o Prevotella asociadas a la vaginosis bacteriana, un tipo de alteración de la microbiota que puede ocasionar flujo abundante y con mal olor.
Gracias a estos estudios se ha podido identificar que estas especies de Lactobacillus (así como otros que también están presentes en la microbiota como el L.salivarus, el L. vaginalis o otros colonizadores provinientes del tubo digestivo como L. rhamnosus o L. casei) constituyen una flora vaginal saludable y se asocian a una menor predisposición a sufrir infecciones vaginales.
¿Por qué es importante una flora vaginal saludable?
Como hemos visto, la microbiota es una de nuestras principales armas para protegernos de las molestas infecciones vaginales. Concretamente serán los lactobacillus los que mantendrán a raya los otros microorganismos evitando que proliferen.
¿Cómo? Los lactobacillus se alimentan de los nutrientes y la glucosa que están presentes en el flujo vaginal. La composición y la cantidad del flujo vaginal a su vez está influido por factores hormonales (fundamentalmente la presencia de estrógenos) así como otros factores externos:
- el consumo de tabaco;
- la actividad sexual;
- el exceso de higiene íntima;
- el consumo de ciertos medicamentos como algunos anticonceptivos o los antibióticos de amplio espectro.
Además, es importante remarcar que el flujo vaginal nunca está exactamente igual sino que va evolucionando a lo largo de nuestra vida, condicionado por estos factores que acabamos de ver.
A cambio de los nutrientes que le aporta el flujo vaginal a los lactobacillus, estos van a producir ácido láctico, una sustancia que mantendrá el pH vaginal en rangos ácidos (ente 3.5 y 4.5).
¿Por qué es esto crucial?
Porque este ambiente ácido constituye un entorno hostil para los microorganismos patógenos previniendo así su colonización.
Por otro lado, los Lactobacillus tienen también la capacidad de fabricar ciertas sustancias antimicrobianas como bacteriocinas o biosurfactanos que impedirán el crecimiento de otras bacterias nocivas para nuestra salud vaginal.
Además, se adhieren al epitelio vaginal creando una especie de escudo que impide la adhesión de otros microorganismos patógenos. Por último, los Lactobacillus estimulan la respuesta inmune del huésped para combatir estas posibles infecciones.
Probióticos y mujer
Ahora que hemos entendido lo que es la microbiota vaginal y sus funciones, vamos a explicar qué son los probióticos y por qué juegan un papel tan importante en nuestra flora vaginal.
La OMS define los probióticos como “aquellos microorganismos vivos que cuando se administran en cantidad adecuada confieren un efecto beneficioso para la salud”.
Durante los últimos años los probióticos han adquirido una mayor atención en la comunidad científica por el efecto antagonista que presentan ante distintos patógenos, convirtiéndose en una opción potencialmente terapéutica así como profiláctica, es decir, de tratamiento como de prevención. Actúan tanto en el tracto digestivo como en la vagina e influyen en nuestro sistema inmune en muchos aspectos.
Cuando nuestra microbiota vaginal presenta un desequilibrio, es decir, disminuyen las poblaciones de Lactobacillus y aumentan los microorganismos patógenos, aumenta el riesgo de una infección vaginal. Una de las vulvovaginitis más conocidas y temidas es la candidiasis.
La candidiasis se produce como consecuencia del crecimiento del hongo Candida (la más frecuente en la candida albicans) que condiciona un cambio en el flujo vaginal, el cual se vuelve más espeso y grumoso así como por un picor intenso que empeora la calidad de vida.
Por otro lado, cuando las especies que proliferan son distintas bacterias anaerobias (como la gardnerella o prevotella, entre otras) puede aparecer lo que conocemos con el nombre de Vaginosis Bacteriana. La vaginosis no es una infección en sí misma, pero puede causar síntomas molestos como incomodidad genital o un flujo abundante y con un intenso mal olor.
Hoy en día sabemos que estas alteraciones se deben a un cambio del patrón normal de la flora vaginal, lo que recibe el nombre de disbiosis. Si bien el tratamiento de estas entidades debe hacerse con el antifúngico o antibiótico correspondiente, los probióticos constituyen una herramienta muy útil para mejorar el problema de base: la alteración de la flora vaginal.
¿Para qué sirven los probióticos en la mujer?
Los probióticos que contienen microorganismos comensales pueden ser útiles para mantener y restaurar este equilibrio, ya que promueven el crecimiento de las bacterias beneficiosas e impiden, por tanto, el desarrollo de las bacterias perjudiciales.
Beneficios de los probióticos en la mujer
Existen estudios en los que se demuestra que la administración oral de ciertas cepas de probióticos consigue modificar la microbiota vaginal y restaurarla evitando así la aparición de infecciones genitourinarias.
¿Cuáles son los mejores probióticos para la mujer?
Dentro de las cepas más estudiadas encontramos Lactobacillus rhamnosus Lcr35, L. casei o L. reuteri RC-14. Es razonable pensar que la administración de estas colonias de Lactobacillus conferiría un efecto sinérgico que, por un lado, ayudaría a erradicar los organismos patógenos presentes en la vagina y, por otro, aumentar la colonización de las bacterias que confieren protección al huésped.
De hecho, hay estudios que han demostrado que los probióticos (junto con el tratamiento habitual) conllevan una restitución significativa de la flora vaginal y una tasa mayor de curación en la vaginosis bacteriana, así como una disminución de las recurrencias futuras.
En definitiva, el uso de probióticos en el contexto de una disbiosis vaginal, puede ayudarnos a restaurar el patrón normal de la flora vaginal y así disminuir el riesgo de aparición de infecciones.
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Autor
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Ginecóloga y obstetra en el Institut Català de la Salut. Médico especialista en Ginecología y Obstetricia, con Máster en Senología y Patología mamaria por la Universidad de Barcelona.
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